Por ing. Hernán Hernández
La luz es importante e indispensable para la vida cotidiana. Las actividades que para muchos inician en las primeras horas del día serían prácticamente imposibles de realizar sin iluminación. Sólo pensemos que hace muchos años los campesinos comenzaban la jornada con una caminata de madrugada iluminados únicamente con velas o lámparas a gasolina o aceite hasta que la luz del día los alcanzaba e iluminaba su camino. Esto nos da una idea de la importancia de la luz.
En otros aspectos como las artes, la tarea de crear un ambiente que resalte una figura, o bien que haga que nuestra atención se centre en un cierto personaje, recae en la iluminación, por lo que en el teatro es una de las herramientas imprescindibles para dar color, forma y sentido a lo que se está representando.
En la técnica, la iluminación teatral es el conjunto de dispositivos que se instalan para producir ciertos efectos luminosos, tanto prácticos como decorativos. En la práctica, el arte teatral engrandece la luz como código no verbal y lo muestra como un lenguaje a partir del cual se marcan escenas, presencias, ritmos y sensaciones.
El objetivo de la iluminación escénica es iluminar al intérprete, revelar correctamente la forma de todo lo que está en escena, ofrecer la imagen del escenario con una composición de luz que pueda cambiar tanto la percepción del espacio como la del tiempo. Gracias a la luz se pueden inventar espacios y desarrollar las historias proporcionando información en una atmósfera creada para cada situación.
Aspectos primordiales
Iluminar no es algo tan simple como arrojar luz sobre el escenario, sino que supone una buena disposición de la iluminación de los ángulos correctos, iluminación posterior, frontal, lateral y equilibrio de colores. Excepto en el caso de los efectos especiales, el diseño de iluminación busca la discreción; y es que no debe haber una luz más grande, que la de un actor en escena. Con la utilización inteligente del color, la intensidad y la distribución de la luz, se pueden lograr ciertos efectos subliminales/emocionales en las percepciones del espectador. Se pone la luz al servicio de la emoción, y como “dictadora” del ojo, lo conduce hacia donde cree que debe ir.
La luz en teatro se representa a sí misma y se crea como un tipo concreto de luz, el cual pertenece a un código cultural simbólico, que lleva consigo todos sus significados concretos: día, noche, sombra, penumbra, etcétera.
Iluminar no es algo tan simple como arrojar luz sobre el escenario, sino que supone una buena disposición de la iluminación de los ángulos correctos, iluminación posterior, frontal, lateral y equilibrio de colores.
Las diferentes posibilidades de significado de la luz son las siguientes:
– Puede dar a entender un lugar: rayos discontinuos y móviles, pueden significar un bosque, por ejemplo. Puede remitir a una cueva, si se concentra en tubo, al interior de una catedral, a una habitación, etcétera, e incluso puede sustituir el decorado en su totalidad.
– Puede indicar procesos meteorológicos, fenómenos naturales y sucesos sociales, o sea, crea situaciones y acciones, a veces en asociación con signos acústicos no verbales (ruidos).
– Puede aportar significados referidos a la identidad de los personajes, aislándolos o destacándolos, por color o por intensidad.
– Crea atmósferas y ambientes, siguiendo códigos culturales previos. Se identifica la luz clara y cálida, por ejemplo, con la tranquilidad; la luz lunar, fría y azul, con el misterio, lo romántico. De este modo puede transmitir sentimientos: recogimiento, euforia, intriga e incluso ideas, como en una apoteosis celestial al final de un auto sacramental, por ejemplo, que significaría el triunfo de la espiritualidad.
En conclusión, la luz, desde su aparición como código teatral potencial, cuando pudo ser manejada técnicamente en el escenario, se ha constituido como un elemento teatral creador de significados adicionales.
Envía un comentario