Por ing. Hernán Hernández
En el contexto de la museografía, la iluminación se define en función de la calidad de la experiencia visual buscada por el visitante, tanto sobre el plano cognoscitivo como sensorial; así como por los requerimientos de conservación de los objetos expuestos.
Para lograr que esta contraposición esté correctamente dirigida es necesario tomar en cuenta una serie de factores que determinan un proyecto de iluminación de obras de arte. El más importante de todos y que se detalla en el presente artículo es la fuente de luz.
Selección de la fuente de luz
Puede ser natural o artificial.
Natural
Por su amplio espectro cromático y la agradable sensación de espacialidad que brinda, los resultados que ofrece son excelentes. Sin embargo, en muchos casos ha sido erróneamente utilizada con valores indiscriminadamente altos y no propiamente protegidos.
En primer término, por ser la luz diurna un elemento muy dinámico, por su rápida variación en intensidad, orientación, etcétera, es necesario difundirla y lograr que nunca incida directamente en la obra, ya sea a través de diseños muy precisos de elementos que logran su inserción en el ambiente o a través de configuraciones de techos que cumplan ambas exigencias. Siempre es aconsejable su combinación con fuentes artificiales, por los aspectos anteriormente expuestos.
En segundo lugar, debe ser correctamente filtrada para eliminar efectos tan dañinos como las radiaciones infrarrojas (IR) -por su daño térmico- y las ultravioletas (UV), que inciden en la degradación fotoquímica. Por los altos valores que posee, es necesario muchas veces el uso de pantallas o persianas para su control.
Existen varias formas de introducir la luz natural en un ambiente museográfico, tres de ellas son:
Luz lateral: es la que proviene fundamentalmente de aberturas en muros y ventanas. Económicamente es la más barata de lograr, sin embargo introduce las radiaciones directamente sobre las obras, lo que aumenta el deterioro de éstas y provoca los peores efectos de deslumbramiento por sus altos valores y ángulos de incidencia.
Luz cenital: se obtiene a través de lucernarios o tragaluces y -al contrario de la anterior- es la más costosa de obtener, por la precisión en la ejecución para lograr niveles de impermeabilización altos. Este tipo es el menos perjudicado por el carácter dinámico de la luz natural y muchas veces se logra el control de las radiaciones incidiendo directamente sobre las obras.
Luz indirecta: se puede lograr mediante muchas opciones, pero básicamente se basa en el principio de introducirse en el ambiente por reflexión. Es también una variante costosa y requiere de especialistas capaces de evaluar las condiciones mediante simulaciones (en maquetas), para obtener el efecto resultante que se pretende.
Artificial
Existen dos tipos principales de iluminación protagonista para las obras de arte: fuentes difusas y puntuales.
Fuentes difusas: su cometido es bañar las superficies sobre las cuales se colocan las obras de arte. Por esta razón, es de uso prácticamente generalizado la utilización de fuentes fluorescentes tubulares y compactas, incrementándose la aplicación de luminarias con ópticas asimétricas que permiten una distribución más amplia sobre las obras, creando superficies homogéneas a lo largo de toda el área. En diversos casos, es solamente lo que se necesita para iluminar; en otros, se requiere de fuentes focalizadas o puntuales.
Fuentes puntuales: su función básica es crear el énfasis necesario para darle protagonismo a la obra e incorporar valores cromáticos más definidos para ciertos objetos. Se basa fundamentalmente en el uso de proyectores, que pueden estar colocados en raíles electrificados o empotrados, con lámparas incandescentes del tipo PAR o halógeno de todo tipo. Mediante un cuidadoso estudio de los haces de luz, posicionando proyectores de radiación extensiva combinados con intensivos, se crea una atmósfera ideal para iluminar de forma óptima los detalles y conseguir una correcta percepción de las obras.
En este tipo de fuente de luz se debe incluir el uso de los iluminadores de fibra óptica con sus apreciables ventajas:
– Eliminación de los rayos infrarrojos y la posibilidad de obtener niveles de luminosidad bajos sin pérdida de color.
– Posibilidad de instalar las fuentes de luz externamente a las vitrinas.
– Facilidad de instalación.
– Facilidad de mantenimiento, cuando una fuente puede alimentar varios puntos de luz.
Al ser un tema tan amplio, en esta ocasión te hemos presentado un par de aspectos. En la siguiente edición abordaremos algunos más para complementar tu conocimiento.
SOLICITO INFORMACION DE LUMINARIAS PARA MUSEO GRACIAS.