André-Marie Ampère, un destacado matemático y físico francés nacido en 1775, contribuyó significativamente al desarrollo de la teoría electromagnética, formulando las leyes fundamentales que llevan su nombre y describen la relación entre corrientes eléctricas y campos magnéticos.
Desde una edad temprana, mostró destellos de genialidad matemática, dominando las matemáticas de su época a los doce años gracias a su autodidactismo apasionado. En 1801, se convirtió en profesor de física y química en Bourg-en-Bresse, ascendiendo luego a un puesto en París, en la prestigiosa École Centrale. La influencia de Napoleón en su carrera fue palpable, llevándolo al cargo de inspector general del sistema universitario francés.
Su brillantez en el campo del electromagnetismo lo catapultó a la inmortalidad científica. En 1820, el descubrimiento de Hans Christian Oersted sobre la interacción entre electricidad y magnetismo encendió una chispa en su mente. En una semana, elaboró una base teórica sólida que explicaba este fenómeno, dando lugar a la famosa ley de Ampère en 1825, un pilar del electromagnetismo moderno.
Ampère no se contentó con simplemente explicar lo conocido. Propuso un modelo microscópico para comprender todos los fenómenos electromagnéticos. Además de sus contribuciones teóricas, fue un pionero práctico, sugiriendo métodos para medir la corriente eléctrica antes de la invención del galvanómetro.
La vida de Ampère estuvo marcada por la tragedia, con la ejecución de su padre en 1793 y la muerte de su primera esposa en 1803, arrojando sombras sobre su existencia. A pesar de los altibajos, su legado permanece intacto, inmortalizado como la unidad de intensidad de corriente en el Sistema Internacional de Unidades. Merece cada pizca de reconocimiento que recibe, siendo un recordatorio de que la pasión por el conocimiento y el deseo de trascender las fronteras del entendimiento son las fuerzas impulsoras detrás de la grandeza humana.
